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Extraño los noviazgos de antes

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El otro día leí por ahí algo que decía «hoy en día se «stalkea» en redes sociales, en los 90’s nos tocaba pasar en la bicicleta por la casa de la muchacha como tres veces». Y es cierto, me puse a pensar, antes -en mi época- no había Facebook, Twitter, Instagram, Pin, WhatsApp, nada. Antes, los chicos eran unos super héroes, claro, porque el muchachon pasaba por la casa de uno con el cuello que se le quería partir mirando a ver si tal vez uno estaba por ahí, enfrentándose a las sospechas de la mamá de uno, esas señoras a quienes uno creía que les echaba tierrita en los ojos y no se daban cuenta de nada, y resulta que se las «cogían al vuelo», y ¿como no?, si cuando nosotros íbamos, ellas ya venían, ellas se daban cuenta de que uno se peinaba y se miraba al espejo con más frecuencia de lo normal, de que uno se mantenía bañadita y arregladita y uno ni se imaginaba que esos cambios eran evidentes.

Los hombres eran valientes, llamaban al teléfono de la casa, contestaba la mamá de uno y ellos tenían el valor de preguntar: «Sra Carmen ¿está Lina? ¿Me la puede pasar?, ¡¡¡ah!!! Y uno muriéndose de nervios cuando la mamá le decía a uno: «te llaman», con esa mirada escudriñando cada gesto, y eso no es nada, entonces cuando uno pasaba al teléfono, la hablada en clave, en voz muy bajita, con las sabias y explícitas respuestas: «si», «no» y «ajá», y después de colgar el teléfono uno quedaba en shock, tratando de actuar natural y buscando tema de conversación para llenar el incómodo vacío «pos-llamada misteriosa».

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Esos tiempos eran cheveres, cuando nos mandaban a decir cosas bonitas con nuestra mejor amiga, o incluso nos mandaban «razones» con la chismosa de la cuadra, -y todo el barrio se enteraba del mensaje antes que uno-, nos mandaban carticas dobladas con mucho ingenio y originalidad, nos regalaban credenciales y afiches, y uno respondía con esquelas perfumadas; uno escribía cancioneros, escribía diarios, llenaba el chismógrafo y a través de este se enteraba del «estado» de las conocidas del colegio; uno se encontraba con el chico en el parque del barrio y no hablaba nada de garbo, nada de conversaciones inteligentes ni diálogos profundos, sólo había lugar para las mariposas en el estómago, el corazón a mil, la sonrisita tonta, las manos sudando frío, y el susto del primer beso.

En esa época no había nada de «perreo», el dizque baile de ahora, no, uno era feliz bailando en los quinceañeros al ritmo de la música de Rikarena, «sacúdelo que tiene arena«. Hoy todo ha cambiado, estamos en la era de la tecnología, del chat, de las demostraciones de afecto digitales, y uno se pone feliz y suspira comentando: «ay me mandó una carita de un besito, y yo le mandé un corazoncito», estamos en los tiempos del «me dejó en visto«, del «ya leyó y no responde», «¿esa actualización de estado será una puya para mí? «.

Si perteneces la generación ochentera, sin duda sabes de lo que hablo, de esos tiempos de ensueño que se quedaron en el recuerdo, y no volverán.

Escrito por Lina Montes para La Guía de Montería /@linamonteslo
Escrito por Lina Montes para La Guía de Montería /@linamonteslo
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