Eran las 5:45 de la tarde. Íbamos camino al concierto y decidimos dejar parqueado el carro en el almacén Metro por eso de la seguridad. Bajamos del carro y empezamos a caminar siguiendo una fila de personas, desde metro hacia el dichoso “Puerto platanito” que para molestar un rato, yo le digo “Banana Beach”.
Al llegar al sitio, la romería de personas que íbamos siguiendo se transformaba en una larga fila que luego se separaba formando dos. Una fila para hombres y otra para mujeres. Las calles alrededor de la vía principal y del puerto de los plátanos estaban cerradas con las vallas distintivas de la policía y la alcaldía, dejando ver el enorme operativo logístico que conllevaba dicho concierto.
A pesar de ser un concierto “gratuito” los revendedores de boletas estaban a la orden del día. “De entre quince y veinte pesos las entradas”. Esto no faltó.
Al fin pasamos la fila y caminamos buscando nuestro sitio encontrando a nuestro paso, grupos de chicos y chicas que trabajaban impulsando las marcas de los patrocinadores. Recogiendo todo lo que me entregaban, terminé con los bolsillos llenos de chupetas de la “casita roja” de Davivienda y con los brazos llenos de manillitas de la nueva Chevrolet Dmax.
Al fin, llegamos a la entrada de donde se supone que nos tocaba, “general”. Habíamos hecho gestiones para la boletas VIP pero sucedió que la persona que nos iba a dar las boletas VIP, las regaló porque pensó que ya teníamos. De cualquier modo para nosotros esto no fue un inconveniente y decidimos adaptarnos y disfrutar la experiencia para contárselas a ustedes como cualquier otro monteriano de clase “general”.
Al fin dentro del montón de personas, empezamos a mirar por una ubicación más propicia. Estuvimos dando vueltas tratando de ubicarnos mejor y dimos con un ventorrillo que quedaba al lado de una valla que separaba las zonas. Con sorpresa vimos que cobraban casi $5000 para pasar al otro lado y decidimos pagarlos, puesto que del otro lado la vista era mejor. Una vez adentro tocaba buscar sillas, pero no encontramos. Decidimos entonces seguir de pie y con la mente puesta en el disfrute.
Al son de las canciones de Bob Marley y los comerciales de las marcas patrocinadoras, comenzó la espera por ver al grande, al internacional, al magnifico, al parcero, al ganador de grammys, al ex Equimosis, al humilde y muy empático… “Juanes”.
Eran casi las 7:00 pm y la gente ya comenzaba a desesperar. Es en este punto donde comienzan los característicos aplausos y chiflidos, sinónimos de la impaciencia. Como a los 15 minutos, aparecieron unos morenos en escena hablando con el característico estilo de los “Gangs and Gettos” americanos. ¡Hey yoo you! ¡hey! (como hablan los raperos gringos). El nombre de este grupo de muchachos es “Son Batá” y son reconocidos por ser ganadores del premio “Boom del año” de la revista Shock, en la categoría “Sonidos del Pacífico”. Estoy casi seguro que nadie los conocía. (a menos que escuchen Radio Nacional de Colombia).
Después de cantar unas 3 canciones, el grupo “Son Batá” se retira del escenario. Calculo que eran alrededor de las 7:40 p.m. Se siente entonces el aumento de la adrenalina en el público. La gente sabe que ya viene el personaje por el cual han estado esperando. Se apagan las luces y se escuchan de fondo unos leves acordes de guitarra, unos golpes de batería y se forma el preámbulo de “¡ama la tierra en que naciste, amala es una y nada más! De repente todo el mundo salta y se siente la euforia. El concierto de Juanes ha comenzado.
El escenario fue algo peculiar. Tenía una malla de contención para que ninguna de las personas que estaba en escena sufriese algún percance. El montaje fue excelente, con una puesta en escena impecable. Pienso que Montería pudo sentir lo que es un concierto de talla internacional (así como el pasado de Carlos Vives organizado por Gorker Espectáculos) y lo más chévere es que fue sobre el rio, algo que sinceramente nunca me imaginé posible en Montería hasta ahora.
Juanes cantó alredor de 17 canciones, la verdad no las conté, pero eso vi en el diario local. El sonido estuvo impecable y la organización estuvo muy buena. El sitio no me pareció muy adecuado debido a que no es apto para ese tipo de espectáculos pero valió la pena probarlo. (ojalá a mediano plazo se pueda adecuar de manera que se aproveche esa curva que se forma alrededor del rio) y me pareció muy buena la presentación junto con Martina la peligrosa y Julio Castillo. Ellos le aportaron el sabor sabanero que generó mucha simpatía entre el público.
Martina La Peligrosa, con su espontanea personalidad le aportó color y entusiasmo al evento. Su rítmico baile y su voz, le dieron un matiz muy sinuano al rock de Juanes al interpretar la canción La aventurera del maestro Pablito flores. A Julio Castillo mis respetos. Es un gran músico. Sus arreglos para La aventurera y Odio por amor estuvieron geniales, ojalá pueda realizar más a menudo este tipo de colaboraciones con otros artistas (¿se imaginan por ejemplo con Marc Anthony o Carlitos Vives?).
Finalmente quiero hacer una pequeña reflexión.
Durante la visita de Juanes a Montería y durante el concierto, el artista mencionó en reiteradas ocasiones algunas frases como “la vida me ha mostrado que la disciplina y las ganas de hacer las cosas te llevan al lugar que tu quieras”. Sin duda Juanes tiene razón, y su éxito de hoyes producto de un trabajo arduo y constante. Pocos saben que Juanes tuvo que irse a los Ángeles, California y vivir un año de condiciones duras para ser quien es hoy. (Esto incluso da para otro articulo)
No importa que Juanes y su anterior manager, Fernán Martínez, hayan tenido diferencias. Lo que importa es saber que Juan Esteban Aristizábal – Juanes, logró lo que un día se propuso, ser un artista mundialmente reconocido que resalta por su carisma y sencillez.
Escrito para La Guía de Montería por Francisco Agámez / @agmez1 Agradecimientos especiales a Giovanni Herazo Rivera por las fotografías de cortesía.